jueves, 7 de junio de 2007

Sacrifiqué un limón para vencer al mal olor

Más abrigado no pude ir a la radio. Tenía una cafarena, una chaleco y un casaca encima. A pesar del excesivo abrigo, la gripe dribleó las barreras para hacerme daño. Al final logró perjudicar mi garganta. Mi voz se tornó más gruesa. Si hubiera estado vestido al terno y con una altura superior al 1.80, fácil podía hacer de Largo, el mayordomo de Los Locos Adams. Bajé a cabina para hacer el bloque de deportes. Todo salió bien. Al contarle mi malestar a la productora, me recomendó sacrificar a un limón. El fruto debía ser hervido y su líquido colado para posteriormente tomármelo como una infusión. Al retirarme de la radio, estaba pensando en qué olla iba a hacer la preparación. Todo ello fue por las puras. Mi cuerpo me pidió ir a la cama al llegar a casa. Preferí complacerlo. Luego de dos horas de sueño me levanté fortalecido debido a las pastillas ingeridas previo a la siesta. Entonces se me antojó un baño. Luego de la limpieza, busqué desodorante. No había. Entonces fijé en mente a aquel limón para mi frustrado menjunge. Fui a la cocina y partí en dos al pequeño verde amarillo y no dudé echarme su jugo a mis axilas. En principio esperaba prepararme un té. Al final terminé aseándome con el cítrico. De todas formas ayudó.

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