Hace poco fui al cumpleaños de una buena amiga mía. Con el pasar de las horas la reunión se fue haciendo más amena con la llegada de otras personas. La anfitriona me presentó a una chica con rulos procedente de Alemania. Era una peruana que radicó durante 3 años en tierras germanas. Conversadora, buscó atenderme bien al ofrecerme un radler. Al levantar mi ceja derecha ella se dio cuenta de mi ignorancia sobre este concepto. Resulta que un radler era una bebida alcohólica a base de cerveza rubia y gaseosa blanca. Al principio, un poco excéptico le pedí probar de su vaso. Al agradar este sabor a mis papilas gustativas, acepté la degustación de uno. Casi nada tardó para prepararlo, inclusive no tuvo reparos en explicarme cómo se hacía. Después de tomar cerca de ocho muestras, empecé a sentir sueño. Las agujas del reloj me demostraron lo tarde que era. Mi cuerpo me pedía descanso. Al darme cuenta del cierre paulatino de mis ojitos, empecé a culpar en tono de broma a la chica. "Me haz pepeado", le dije en reiteradas veces. Ella seguía diciédome prost (salud en alemán) y yo ya no deseaba beber. Al final le pedí a la dueña de la casa descansar. Ella me proporcionó la habitación de su primo. Me acomodé con dos gruesas frazadas. Al día siguiente me levanté muy lozano. El consumo de esa mezcla alcohólica me evitó tener una incómoda resaca. Es más, podría asegurar que dormí mejor. Si tengo la oportunidad de verla nuevamente en alguna salida nocturna, a parte de saludarla aprovecharé para felicitarla por tan buena bebida.
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