domingo, 3 de junio de 2007
La cancha no llena pero sí engorda
Acá a unos pasos de la oficina hay un grifo. En ese grifo hay una tienda. En esa tienda un producto de mi agrado. Ese producto es la cancha de microondas. Bueno, en realidad no sé el término correcto, pero le diré así. Este alimento barato engaña estómagos definitivamente es la mejor compañía para ver un partido entretenido o una película por cable de interés. Pero tiene un efecto contraproducente. Posiblemente satisface mis necesidades pero también hace crecer la voluminosidad de mi barriguita. Antes cuando me sentaba sobresalía un pequeño rollo. Ahora, este espacio ha crecido, al punto de formar una C exacta cuando me siento mal y pego mi cuerpo con el escritorio. Sería el puente perfecto de una hormiga si quisiera pasar del bolsillo de mi camisa a visitar el teclado de mi computadores. Ahora debo dejar la cancha de microondas, pero no sé por qué me he planteado reemplazarla con otro bien comestible. Hay varios sanguchitos, papas, y todas esas cosillas. La chica con quien me gusta compartir compañía me ha recomendado simplemente dejar de comer a deshoras. Tal vez deje esta manía.
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