Tengo un buen amigo fotógrafo con una peculiar particularidad. De diez comisiones que cubre, en unas siete u ocho, sin exager, resulta agraviado. Varias veces ha sido conducido a una comisaría. La falta de portar su carnet de prensa ha empeorado su situación algunas veces. Las agresiones son de diversas índoles. Hay desde pequeños insultos hasta intentos de quitarle su cámara. Las cosas contadas por él me han dejado sorprendido varias veces. Pero algo admirable en su persona es su tenacidad por buscar la foto. Si se propone obtener una panorámica de una manifestación en el Centro de Lima es capaz de subir al caballo de Bolognesi en la plaza del mismo nombre para captarla. Recuerdo cuando fuimos a la Quinta Heeren en Barrios Altos. Sus paredes se desplomaban paulatinamente por su precariedad. Los vecinos salieron a atendernos, algunos amablemente y otros de manera recelosa. Una piedrita cayó sobre la cabeza de mi compañero. Ello lo hizo correr asustado. Las más importantes placas de su vida pasaron por su mente al hacerse la idea que un muro lo sepultaría. Al final, levanté la mirada y me percaté de un vecino bromista. Había pateado esa pequeñez de la naturaleza cuando cursaba por el segundo piso de esas vetustas construcciones. Siempre recordaré esa salida. Fue nuestra última comisión cuando éramos alumnos de la universidad.
martes, 5 de junio de 2007
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