Me complace saber que la mayoría de mis amistades son del signo de Géminis. Y no lo digo porque crea en el zodiaco. La razón es más trivial aún. Muchos de ellos tienen la costumbre de celebrar sus onomásticos y siempre me pasan la voz. Ellos muy generosos al ver que yo ya no festejo el mío, comparten sus fiestas para recordar el día de mi nacimiento. El 05 de junio fue cumpleaños de un buen amigo de colegio. Mi compadre ya me invitó para este fin de semana ir a su casa para tomarnos unos tragos. "De paso juntamos tu cumple", me dijo la vez pasada que lo visité. Desde hace buen tiempo abandoné la idea de hacer reuniones en mi casa, ya sea por un cumpleaños - por cierto, el mío es el 13 de junio - u otro pretexto.
Durante mi etapa universitaria mi hogar ha sido escenario de nacimientos de romances, declaraciones indecorosas, fuertes peleas y hasta mentadas de madres con alcohol encima. Tras la aglomeración de estos factores decidí dejar de usar a mi noble reciento como local nocturno. Una razón de peso para dejar esta costumbre fue la última vez que hice una gran reunión en mi casa. Mi hermano entró al baño y se dio cuenta sobre la presencia de un objeto flotante en el inodoro. Al cubrirse su mano con una bolsa de plástico, introdujo su mano y rescató un teléfono celular. Lo increíble es que ese aparato revivió. Varios amigos míos estuvieron en los precisos momentos en que después de pasarle la secadora de pelo de mi madre, el móvil ese reaccionó. No sé si mi amiga Susana lo usa hasta la fecha, pero cada vez que la veo la anécdota inmediatamente aflora en mi mente.
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