
Una noche, en una fiesta, una fémina muy atractiva yacía en un rincón sola. Temía la burla de los demás concurrrentes por sus descordinaciones. Prácticamente tenía dos pies izquierdos la pobre y pasaba desapercibida en la velada llevada a cabo en casa de Miguel Chechenia. Sus amigas la habían dejado por dedicarse a libar con sus respectivas conquistas.
Mi compadre la vio y se acercó a conversar con ella. La bulla era tal que ni sus ángeles de la guarda escucharon el cruce de palabras. Pero la química surgió tan rápido como si expusieramos un combustible al fuego. Era evidente que ambos pasaban un buen momento. Era raro ver en él mantener la serenidad al costado de Lucía. No le temblaba el rostro y le sudaban las manos.
Gracias a los pegajosos temas escogidos por el programador musical de esa no

El otro mandó al diablo su nerviosismo y empezó a sacar lustre al parquet. Muchas piezas después, el galán de turno buscó los labios de su compañera de baile. El instinto se despertó en él y no era conciente de ello. Al abrir sus ojos se topó con la espalda de ella, la cual subía y bajaba de forma serpenteante. Como buen caballero, controló sus manos pero la chica las tomaba para repasar algunas partes de su cuerpo, palpables a la vista por supuesto.
Después de cinco horas, el cortejo quedó atrás y los besos abundaron esa noche para Joaquín. Tiempo después formalizaron y ambos conforman una linda pareja. Lamentablemente afrontan otra realidad. Después de un año y medio de relación, Lucía confesó tener cáncer. La vida se le acababa y pronto dejaría este mundo. No todo en esta vida es maravillloso.