El don de la palabra en él reflejaban su personalidad de culto cosmopolita y veterano criollo. Su chispa me hacía trabajar el cerebro. Al usar su verbo florido de juegos de palabras y reticencias culminadas en bromas, gustaba mucho de su compañía.
Ahora estreché su mano por última vez. Para el tiempo, soltar sus blancos dedos tomó unos segundos. Para mí, esa despedida duró bastante y a veces digo que fue eterna.
Buen guía, amigo y jefe, será una pena no tenerlo más en frente. Muchas gracias por todo Don Miguel Humberto Aguirre. Un fuerte abrazo Mihua, de verdad lo extrañaré.