viernes, 6 de julio de 2007
Una oda a la Chatita de mi vida
Estaba revisando unas fotos por Internet. Una buena amiga mía ostentaba orgullosa, pienso yo, en su Hi5 una foto conmigo. En dicha placa se puede apreciar la sorpresa en su rostro ante la captura del momento mientras yo sonrío pícaramente. Esa imagen me hizo recordar los buenos momentos vividos con esta pequeña. Corta de estatura pero grande de corazón, algunas veces fui su infidente. Una vez me presentó la esquina donde se besó por primera vez con quien ese entonces era su enamorado. Un carro cuadrado al frente de una pared muda testigo de arrumacos es revistida por las sombras de una calle mal alumbrada en Mangomarca. Debería compartir ese secreto para invitar reproducir más momentos amorosos en esa zona de Lima. Pero ese no es el tema. Hace tiempo que no veo a mi pequeña amistad. Sabe de mi aprecio por su persona. Quiero verla nuevamente, pero no en el Timbalero. Prácticamente no se puede conversar en ese local. La música a todo volumen ha desarrollado en los mozos de ese local el arte de comunicarse con las manos. Yo quisiera un día mostrarle mis dos índices extendidos paralelamente al dueño de ese local y sacudirlos mismo 'Popi' Olivera para que se sepa mi opinión sobre los niveles excesivos de decibeles dentro de su local. Ay Chata, cada vez que me acuerdo de ti, se vienen a la memoria todas nuestras horas de tiempo juntos. Solo falta animarme a levantar el teléfono, llamar y preguntar por la Chatita de mi vida.
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